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sábado, 16 de julio de 2016

Lola Mora - Parte 2

¡Buen día seguidores!

Lola  recibió el encargo de esculpir una estatua de la reina Victoria y otra del Zar Alejandro I, pero rechazó ambas ofertas porque la obligaban a adoptar la ciudadanía británica o rusa…y sí, nada es gratis en la viña del señor.


Lola trabajaba incansablemente. En 1909, a los cuarenta y dos años de edad, contrajo matrimonio con Luis Hernández Otero, un simple empleado del Congreso, sobrino nieto de José Hernández, diecisiete años menor. Lola hizo figurar en el acta que contaba sólo con treinta y dos años para que no quede expuesta semejante diferencia de edad. De todos modos, no fue una feliz unión y estuvo rodeada de diversas versiones que fueron desde que mantenía una relación  amorosa con Julio Argentino Roca,  gran admirador y amigo  de Lola, hasta  que tenía  inclinaciones bisexuales y se casó  sólo por las apariencias. Versiones que quedaron sin confirmación, debido a que sus sobrinas quemaron toda la correspondencia íntima de Lola y negaron ambas interpretaciones.

¿Ustedes se preguntarán por qué hicieron desaparecer toda la evidencia  en vez de defenderse  y aclarar todas las habladurías con las cartas?... Y sí, yo pienso lo mismo…

En 1914 moría Roca, y Lola quedaba expuesta al mundo, porque ya no gozaba de los beneficios de su protector. En 1915 el Congreso decidió desmontar sus esculturas, tildando su obra de “adefesios horribles”. 
El diputado Luis Agote agregó: "No demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico".

Lola se arriesgó a imponer sus ideales. La mujer de esa  época era recatada, sumisa y sometida. Ella no sólo se impuso sino además, mostró a la mujer desnuda, libre, natural, orgullosa de su cuerpo, de sus curvas, de su femineidad y, los puritanos  lo entendieron como inmoral y pornográfico. De todos modos, corrió mejor suerte que Camille Claudel.

En 1917 se separó legalmente de su marido aunque ya no vivían juntos, acto que no podemos dejar de resaltar, ya que era inusual que una mujer intente y lleve a cabo una ruptura matrimonial formal.

En 1918 la municipalidad porteña desmanteló la Fuente de las Nereidas y finalmente quedó, donde se erige hoy, en la entrada de la Reserva Ecológica.

En 1920 Lola abandonó para siempre la escultura para dedicarse a nuevas tecnologías.
Impulsó el dispositivo llamado cinematografía a la luz, que permitía ver cine sin necesidad de oscurecer una sala.

En 1925 se deja sin efecto la construcción del Monumento a la Bandera. Era la última obra encargada por el Estado. No obstante, Lola siguió trabajando en distintos proyectos. Uno  fue la extracción de combustibles con base en destilación de rocas fósiles. Participó también como contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, más conocido como Huaytiquina, por donde hoy transita el mundialmente famoso tren a las Nubes, en la provincia de Salta. Resultó un rotundo fracaso y se llevó  todos sus ahorros.

Entre 1932 y 1933 se instaló en Buenos Aires, al cuidado de sus sobrinas, en un estado de deterioro físico y mental considerable. Pasó varios meses postrada, debido a un ataque cerebral sufrido en 1935, hasta que el  7 de junio de 1936, falleció, a los sesenta y nueve años. Sus restos se trasladaron desde el Cementerio de la Chacarita hacia el cementerio del oeste, en Tucumán en 1977.

En su memoria, la ley 25003 instituyó, en 1998, la fecha de su nacimiento, el 17 de noviembre,  como Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.


"El decidirse por el arte ya había significado una proeza, recordemos la fecha de sus comienzos y su actuación inicial. Mujer y escultora parecían términos excluyentes. Los prejuicios cedieron, sobrepujados por la evidencia de su obra".
                                                                                                   Diario La Nación

"Es el homenaje perenne y sincero que compensa, hasta cierto punto, la ingratitud material de los poderes públicos y la sorda hostilidad de nuestros círculos artísticos que veían en Lola Mora la expresión de gustos anticuados y definitivamente 'pasados de moda".
                                                                                                     Diario Crítica

"Siempre nos sorprende la tragedia del talento olvidado. Ahora más, al herir a una mujer, a la primera mujer argentina, cuya vocación supo afrontar las dificultades del mármol, los laboriosos primores del modelado de la arcilla."
                                                                                                   Caras y Caretas

Una mujer que rompió los esquemas, que se destacó ampliamente en lo que hizo, y sin embargo, la criticaron duramente por jugarse, por arriesgarse, por demostrar al mundo que somos capaces de destacarnos sin la necesidad de un hombre en quien apoyarse.

Una lástima que nació en una  época equivocada… Se imaginan, Lola Mora, modelo 2016…. Seguramente no hubiera sido castigada, hostigada ni olvidada.

jueves, 14 de julio de 2016

Lola Mora - Parte 1

¡Buen día seguidores!

Otra propuesta muy interesante: Lola Mora, una gran artista argentina.

 Con esta historia tendremos un descanso de angustias desgarradas, dolores insoportables, pesares en extremo, sin embargo, fue una vida llena de emociones, recompensas y revanchas, avatares y olvidos…

 

  

Dolores Candelaria Mora Vega, más conocida como Lola Mora, nació el 17 de noviembre de 1866. Hija del matrimonio entre Romualdo Alejandro Mora Mora, tucumano y Regina Vega Sardina, salteña. No queda bien claro su lugar de nacimiento. Por un lado, dicen que es de Salta, El Tala, lugar donde vivían sus padres mientras que los tucumanos se basan en donde fue bautizada, Trancas, Tucumán.


Templo Histórico de Villa Vieja de Trancas



 

          

    

Lola asistió al Colegio Sarmiento, en San Miguel de Tucumán, donde se destacó como alumna. Ya en la escuela primaria comienza a practicar el dibujo y el piano. Durante el mes de septiembre de 1885, con sólo dieciocho años, transitaría su primera escena dramática: con diferencia de dos días, fallece primero su padre de un paro cardiaco y luego su madre, de una neumonía.

 

En 1887 llegó a Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci. Lola tomaba clases particulares del maestro, quien la inició en la pintura, el dibujo y el retrato. De Falcucci, Lola aprendería el neoclasicismo y el romanticismo italiano, que caracterizó su obra.

 

Se relacionó con el poder mediante su arte. En 1896, el presidente José Evaristo Uriburu  le concedió una subvención mensual por dos años, para que perfeccione sus estudios de pintura en Europa.

 

Al año siguiente se instaló en Roma, conoció al escultor Giulio Monteverde, el "nuevo Miguel Ángel", quien la aceptó como alumna y fue él mismo que pocos meses después, le aconsejó dejar la pintura y dedicarse sólo a la escultura.

 

Lola inició así una carrera exitosa, con grandes logros y reconocimientos. Obtuvo una medalla de oro por una escultura de su autorretrato, Regresó a la Argentina en 1900 con prestigio internacional. Realizó esculturas de grandes próceres lo que la comprometía a ir y venir de Europa en busca de los materiales y el trabajo lo realizaba allá para luego traerlo embalado.

 

Gran sorpresa provocó la Fuente de las Nereidas - magnífico grupo escultórico con reminiscencias mitológicas romanas – obra que Lola ofreció a la municipalidad porteña para colocarla en Plaza de Mayo. Cuando descubrieron los cuerpos desnudos, se originó el escándalo. Muchos consideraron inapropiado colocarla frente a la Catedral, por lo que se decidió instalarla en la intersección de las actuales Leandro N. Alem y Juan D. Perón. El 21 de mayo de 1903 se inauguró con la presencia de mucha gente, que quería observar la fuente del alboroto. No obstante, a la ceremonia no asistió ninguna mujer. Es una enorme fuente de 6 metros de alto y 13 metros de ancho, realizada en mármol blanco, de filiación renacentista y estilo barroco.




    Representaba el nacimiento de Venus, mujer nacida de las aguas, que surgía de una ostra marina, sostenida por dos Nereidas, enroscadas en una roca.

 

La obra más relevante de Lola Mora causó polémicas moralistas. Fue admirada y discutida por la sociedad porteña que mayormente consideró "licenciosas" y "libidinosas" las esculturas que mostraban los cuerpos desnudos emergiendo triunfalmente de las aguas. Además, no toleraban verla trabajar en pantalones en su taller. Desde esa época comenzó a padecer una suerte de ostracismo, aunque pudiendo irse de su país prefirió quedarse en su tierra.


 

   A través de una carta asumió la defensa de su creación artística. Algunos de sus párrafos más elocuentes decían:

 

"No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios"…

 

"El arte es la respuesta del hombre a la naturaleza y su superación; pero hay una educación estética como hay una educación moral y otra religiosa"…

 

"Los seres humanos no alcanzan ninguna de esas formas de educación sino con una sensibilidad fina y una atención disciplina. Cada uno ve en una obra de arte lo que de antemano está en su espíritu; el ángel o el demonio están siempre combatiendo en la mirada del hombre. Yo no he cruzado el océano con el objeto de ofender el pudor de mi pueblo; me horrorizaría pensar que alguien haya imaginado semejante cosa (...) Lamento profundamente lo que está ocurriendo, pero no advierto en estas expresiones de repudio -llamémosle de alguna manera- la voz pura y noble de este pueblo. Y ésa es la que me interesaría oír; de él espero el postrer fallo."